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martes, 10 de noviembre de 2009

El maldito cruce de Redespinas cambió la vida de Agustín Sagasti. Fue en junio de 1994, en la Vuelta a los Valles Mineros. Un Ford Fiesta salió a la carretera y en la primera curva se encontró al ciclista del equipo Euskadi -actual Euskaltel-, que dos meses antes había entrado en la pequeña historia del conjunto después de conseguir la primera victoria para su equipo en la Vuelta al País Vasco en la recta de Azpeitia, junto al Santuario dedicado a San Ignacio de Loyola.

La de Asturias, semanas después, fue su última carrera en el que era su primer año como profesional tras la creación esa misma temporada de la formación vasca. El vehículo que circulaba en dirección contraria a la carrera le lanzó a la cuneta le seccionó el fémur derecho, el cúbito y el radio del brazo izquierdo y el nervio cubital. Estuvo grave en la UCI durante una semana y varios días con respiración asistida. Desde ese funesto día en el que finalizaba la Vuelta a los Valles Mineros, el brazo le quedó completamente inútil.

Sagasti tenía 23 años y perseguía a 90 kilómetros por hora a un grupo de escapados. En el cruce no había vigilancia y el corredor vizcaíno, natural de Mungia donde aún residía, se encontró de frente con la fatalidad.

Le costó dos años asumir su situación. Antes había conseguido cobrar el seguro que la Unión Ciclista Internacional estipula para todas las carreras profesionales. Le pagaron seis millones de pesetas y seis mensualidades de su salario en el equipo Euskadi. Sus padres, sin embargo, consideraron que el accidente le había destrozado su vida personal y la profesional. Decidieron demandar al conductor del vehículo, a la organización de la carrera -Unipublic- y a la Guardia Civil, encargada de la vigilancia en los cruces de la carretera y a la Federación Española, que dio el visto bueno a la celebración de la carrera.

Ante el juzgado de Mieres, el conductor alegó que nadie le impidió el paso en el cruce, Unipublic acusó al conductor. Los compañeros del pelotón -Abraham Olano, sus compañeros de equipo y el ya fallecido José María Jiménez- aportaron su testimonio en el juicio. Al final, el juez condenó a Unipublic, que tuvo que pagar 70 millones de pesetas por no situar a un encargado de cortar el tráfico en el cruce.

Sagasti quedó en buena situación económica, pero anímicamente atravesó diversas fases a partir de ese momento. El patrón del Euskaltel, Miguel Madariaga, movió los hilos para conseguirle un trabajo en la Hacienda Foral de Vizcaya, que le tenía ocupado la mayor parte del año. Salía a montar en bicicleta bastante a menudo, una vez que sus lesiones se lo permitieron, e incluso ejerció como seleccionador en la Federación Vasca.

Hace unas semanas, en una conversación con Madariaga, le apuntó la posibilidad de abandonar temporalmente el trabajo para ponerse a estudiar. Quería emprender la carrera de Empresariales. Pensaba en el futuro.

Sin embargo, las heridas del alma no curaron del todo. Agustín Sagasti estuvo el domingo con su cuadrilla de amigos en Mungia. Vivía en un piso cerca de la casa de sus padres, a la que acudía a comer todos los días. Ayer a mediodía no apareció. Su madre, preocupada porque no contestaba al teléfono, acudió a su domicilio donde le encontró muerto.

Agustín Sagasti, ex ciclista profesional, nació el 30 de septiembre de 1970 en Mungia (Vizcaya), donde murió el 9 de noviembre de 2009.