La larga inactividad pasaba factura. Los belgas siguen arrasando, con las victorias de Lambot, Thys por tercera vez y Leon Scieur hasta que el mayor de los Pelissier consigue en 1923 entrar en París con el maillot amarillo, la camiseta del líder. Este emblemático jersey fue creado en 1919 por Desgrange, a petición de sus colegas periodistas, para distinguir en el pelotón al primero de la clasificación general. Lo llevó por vez primera Eugene Christophe, el viejo galo, entre Niza y Grenoble, décima etapa de aquella edición.
Un albañil italiano, muerto trágicamente, Ottavio Bottecchia, se impuso con enorme autoridad en las ediciones de 1924 y 1925. Su asesinato a pedradas por un campesino francés que creía que le estaba robando las uvas de su viñedo, le impedirá conseguir nuevas victorias.
Lucien Buysse, el luxemburgués Frantz por partida doble y De Waele seguirán impidiendo el triunfo de los franceses. Desgrange ve el peligro de la pérdida de popularidad del Tour y se saca un conejo de la chistera. A partir de 1930 se disputará por selecciones nacionales. La carrera individual se transforma estratégicamente. La fuerza del equipo se impone. Francia, con sus ases Leducq, Magne y Speicher, apoyados por los Bidot, Pelissier, Lapebie y Vietto se convierte en monopolizadora de los triunfos hasta que los belgas dejan de lado sus rivalidades personales y conjuntan un equipo poderoso con Romain y Sylvere Maes, Vissers, Vervaecke, Ritserveldt y Vlaeminck que les devuelve la supremacía.
Mientras tanto ha aparecido un joven extraordinario escalador que accidentalmente pierde una victoria que tenía en la mano en 1937. Al año siguiente se exhibe sin que nadie pueda hacerle frente. Su nombre, Gino Bartali.
La II Guerra Mundial impide los épicos duelos presentidos entre Bartali y Sylvere Maes.