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jueves, 1 de noviembre de 2007

LA FE DEL CARBONERO

Hazaña única en su género: Gino Bartali ganó dos veces el Tour de Francia..., con diez años de intervalo. Así, pues, no cabe ninguna duda de que sin el paréntesis de la Guerra Mundial, con la interrupción del Tour por siete ediciones, habría podido igular el récord de tres victorias que ostentaba Philippe Thys, e incluso sobrepasado...Gino Bartali nació un 18 de julio de 1914 en los suburbios de Florencia. Distante, ceñudo, místico, despreciando la realidad como si no fuese con él. Este personaje lo interpretaba en la calle, a la manera de algunos actores que, cuando se les encarga algún papel difícil, del que saben depende su carrera, no quieren salirse del pellejo del representado por miedo a no poder volver a entrar en él.

Su carrera estuvo unida a la de Fausto Coppi. Dos excepcionales ciclistas italianos. Algunos hubiesen dicho que era demasiado para un solo país, pero Gino no. Verdaderamente no, y por el contrario, por encima de las luchas en el llano y las montañas, cada uno se identificaba con un rol determinado. Coppi era "el joven" y Bartali "el viejo". Y eso no fue siempre fácil de soportar.

Todo actor, perdón, todo campeón, tiene sus momentos de debilidad, de extravío, y era en aquellos cuando Bartali, llamado "El Piadoso", aparecía, de repente, rodeado de luz, saliendo de entre las sombras de los bastidores, de una oscuridad que no sólo le complacía sino en la que a veces se refocilaba. Recordemos una historia significativa, aquella que le vinculó a Giovanni Valetti ganador del Giro de 1938- Bartali no participó- y 1939, después de un duelo excepcional con "El Piadoso". Un duelo, no en el sentido teatral de la expresión, sino en un sentido literal del término.

Volvamos atrás en el túnel del tiempo. Recordemos aquella Italia de preguerra, el país de Mussolini y el fascio.

Gino era el héroe nacional, el estandarte del régimen. Y eso a pesar suyo, ya que él nunca hizo ninguna declaración oficial a favor del mismo.

Giovanni Valetti, por el contrario, era "El Rojo", y no escondía ni sus ideas, ni su oposición al régimen.

Durante una carrera en montaña, en la que Valetti andaba escapado, una manada de energúmenos vestidos de negro quiso lincharle. Y bien, fue Gino quién lo impidió. Gino quien se dirigió a organizadores y prensa para que las cosas se llevasen con toda legalidad. Gino quien, dos años más tarde, revolvió medio mundo para conseguir que Valetti- un magnífico corredor que ganó, también, la Vuelta a Suiza de 1938- fuese liberado de las mazmorras en donde le arrojaron sus ideas políticas.

Diligencias que Bartali tuvo el pudor de ocultar y que reveló Giovanni después de la Guerra, cuando al volver del maquis, intentó volver a correr para recobrar, sin éxito, sus alas de escalador de antaño. Tuvo que ser Valetti quien desvelase la historia años más tarde, cuando se convirtió en uno de los principales líderes sindicales de la Fiat en Turín.

Una anécdota significativa de aquel a quien los italianos jamás llamarían "El Piadoso" (sobrenombre propio de Francia y Bélgica), sino "El hombre de hierro".

Cuando fue al Tour por primera vez, 1937, tenía veintitrés años y pensó en debutar con un golpe maestro. Realizó una soberbia escalada al Galibier y se vistió con el maillot amarillo. Al día siguiente se cayó por un barranco saliendo todo ensangrentado y perdiendo 12 minutos en una etapa que había pensado en ganar. En meta declaraba: "Dios estaba conmigo. Sin él, mi caída pudo haber sido más grave". Abandonó dos días más tarde, pero se llevó un sobrenombre y el corazón de las multitudes: Fue "Piadoso", sin duda, pero nunca mojigato.

Construyó una capilla dedicada a la Virgen, y militó en la Acción Católica, pero sus compañeros sabían que el hecho de colocar un retrato de la Virgen María sobre la cabecera de su cama, o de hacer el signo de la cruz en la salida de una etapa, tenía tanto de fe como de maniobra publicitaria...Pero tampoco el asunto es para extrañarse; recordemos a Jean Robic en su papel de pequeño que no tiene miedo a los grandes" en el pelotón. De esta forma sus victorias tenían aún más relieve, si cabe.

Y en el capitulo de victorias supo inscribir algunas de carácter épico, de esas que se firman con el corazón y se rubrican con sangre.

A través del marasmo de la guerra y sus vaivenes políticos, este hombre sagaz y astuto, curtido tanto en la carretera como en el aspecto psicológico (la manera en que utilizó a la prensa que le era adicta contra su joven rival, Fausto Coppi, es un modelo en el que se podrían inspirar algunos políticos) se convirtió en un verdadero ídolo en Italia. Su gloria era tan impresionante que aún se mantiene hoy en día.

A un periodista que le preguntaba el porque de su comportamiento, le respondió con humor: Así se acordarán de mí, y cuando esté solo en mi tumba, con todo el tiempo para descansar, vendrán a darme conversación para que no me aburra