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miércoles, 30 de abril de 2014

Las bicis, quizá, no son el vehículo más aconsejable para circular por los arenales del Sáhara. Es el desierto marroquí un territorio hostil para el deportista, mucho más si se decide a practicar el ciclismo. De ahí que la Titan Desert, la carrera protagonista de este relato, esté considerada como una ronda extrema, por todo; por su dureza, por los territorios que pisa, por el esfuerzo de los participantes, por la arena, las piedras y, desde el martes, por el fortísimo calor. Si ya de por sí el Sáhara achicharra las ideas, esta semana ha llegado una ola de calor, el que atormenta a cada uno de los corredores que se han apuntado a la prueba.

Pero el Sáhara es mucho, muchísimo más que la Titan Desert. Permite descubrir sus encantos, las noches cargadas de estrellas, en el lugar de la Tierra donde posiblemente se divisan más astros con claridad y silencio. Es el territorio de los fríos amaneceres y los calurosos atardeceres; de los bereberes, de los nómadas, de los rebaños de burros, camellos y cabras, de los niños que aparecen como si de un espejismo se tratara desde cualquier rincón y que intentan correr al lado de los ciclistas. También de tortugas que se cuelan en las jamas y de las inmensas dunas de Erg Chebbi, donde este miércoles descansa la ronda marroquí después de su cuarta etapa.

Y es también un permanente recuerdo al famoso rali Dakar, condenado al exilio de Suramérica, pero que tantos y tantos años frecuentó estos parajes. Por eso, no es de extrañar que a la estela del pelotón de la Titan Desert se vaya formando una caravana de todoterrenos, vehículos que tocan el claxon con nerviosismo, pidiendo paso, el imposible de superar a unos corredores, los que ruedan en la cabeza de la prueba, a más de 30 kilómetros por hora, aunque se trata de una velocidad lenta e inapropiada para todos aquellos que buscan las rutas del Dakar y que tratan de imitar a los viejos pilotos, en los tiempos de verdadera leyenda de la carrera a motor.

Por eso, este miércoles la Titan Desert se ha asemejado al Dakar al pisar una de sus pistas más famosas. Y por eso también, más que nunca, se ha formado un segundo pelotón de todoterrenos a cola de los ciclistas. Porque la cuarta etapa ha recorrido durante varios kilómetros la famosísima pista Citroën, a cuya entrada, junto a un oued, una lápida recuerda a los aventureros franceses fallecidos a principios del siglo XX, en una expedición por el desierto, que buscaba nuevas rutas en el norte de África, con los pioneros del automóvil conduciendo aquellos viejos Citroën, con los galones en el frontal del coche.


Desconocían que los oueds son ríos sin agua, pero no sin vida y que como las rieras de la costa catalana, cuando llueve una auténtica avenida de caudal, a veces casi como el Amazonas, lo cubre todo y ahoga a los que inconscientemente, como la expedición francesa, acampan en la zona inundable.

Sin embargo, no lloverá por ahora en los alrededores de Erg Chebbi, ni en la pista Citroën, ni en la Titan, ni en un Sáhara que cada vez que se visita sorprende con sus encantos.

Por Sergi López Egea Blog EL TOURMALET 30/04/2014